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Una noche de otoño del año 1977 en la ciudad de Angol, un matrimonio de profesores jubilados vio interrumpida  la tranquilidad nocturna por una experiencia muy especial. Jamás han olvidado a los extraños visitantes que observaron aquella noche en su jardín. Nunca han encontrado una explicación concreta a esta situación. No han exteriorizado su experiencia por los medios habituales de comunicación y sólo han compartido su vivencia con el IIEE. 

Han pasado 34 años desde aquella experiencia. Su silencio hermético y sus identidades han sido respetados por nuestra parte. Recién este año en curso, y gracias a la constancia y buen hacer de nuestro colaborador Raúl Gajardo Leopold, Mayor ® de Carabineros, nos han abierto la puerta de su hogar, nos han transmitido sus impresiones, y mucho más importante, nos han abierto su corazón y mente, pues han confiado en nuestro trabajo discreto y respetuoso.




La experiencia quedo registrada en su momento de la siguiente forma: 

Angol, 24 de septiembre de 2003

Protagonista Principal: M.C.S..R . 68 años, casada, estudios normalistas, jubilada como profesora de Educación General Básico en el año 1995, domicilada en la Avda. O´Higgins quien expone (textual):

Entre los meses de Marzo y Abril, estimo el año 1977, una noche, yo estaba en mi dormitorio, durmiendo con mi esposo L.R.P. de 69 años, también profesor de Educación General Básica, jubilado en el año 1997. De pronto, como a las 03,00 horas de la madrugada, desperté asustada y sorprendida a causa de una potente luz que iluminaba completamente nuestra habitación, también sonidos como los de un accionar de engranajes. La luz me pareció que venía desde la ventana que es pequeña. No me percaté si igual la luz traspasaba los muros de madera, pero el recinto estaba “completamente iluminado” La ventana tenía una cortina de visillos y una de género grueso. Eso no me lo he explicado nunca.

Me levante y arrodillé en la cama, la cual estaba al lado de la ventana en dirección Oeste y corrí algunos centímetros las cortinas. Al mirar fuera me lleve una gran sorpresa. En el patio de los vecinos, a unos 7 u 8 metros de distancia, sobre las copas de dos altos paltos (aguacates) de unos 5 metros, estaba posándose un enorme aparato de unos 4 o 5 metros de diámetro, color aluminio, con la forma de dos platos hondos, unidos en el centro, donde aprecié algo como un zócalo grueso y ancho que sobresalía a su alrededor, en su parte media. Arriba tenía una cúpula triangular , cónica, que en su línea media y horizontalmente presentaba ventanillas múltiples, que estimé de unos 20 a 30 centímetros, separadas por unos 10 centímetros entre uno y otro, de los cuales salían haces de potentes luces hacia abajo, de colores rojizos, anaranjados y a veces azul-violeta. Eran como rayos en dirección al suelo, iluminando profusamente todo el patio y casa de los entonces vecinos, mis cuñados, ya fallecidos.

Por supuesto, también resultaba iluminado nuestro patio y casa, separados en ese entonces por un viejo cerco de tablas, algunas entreabiertas. Estimo que esas luces iluminaban en un diámetro de 40 a 50 metros. Abajo del zócalo tenía un cuerpo en forma trapezoidal, de base plana, a diferencia de la superior que terminaba en punta. El objeto era como un trompito (peonza) suspendido, estático, ni siquiera vibraba. La superficie la aprecié lisa, sin junturas ni de tornillos, algo así, como de una sola pieza. Sólida como una estructura gruesa y poderosa. La cúpula debe haber tenido unos 3 metros de alto, o quizás 4 metros, y la base de unos 2 a 3 metros, de todas forma, menor que la anterior.

En esos instantes desperté a mi esposo y le pedí que mirara por la ventana, pero él se negó. Confieso que yo tenía mucho miedo y me sentía cohibida. Pero, de todas maneras me fui al comedor, donde había otra ventana igual y que justamente quedaba frente y directamente al objeto que estaba viendo. Tanto el comedor, como igualmente el dormitorio, estaban ambos completamente iluminados . Estas dependencias están separadas por unos cinco metros .

Una vez en el comedor, pocos instantes después, vi que en la parte central del cuerpo inferior, se abrían hacía los lados, dos puertas como de corredera, en sentido horizontal y simultáneamente. Inmediatamente vi en el marco de esa puerta, pero un tanto más adentro, la silueta en color negro de un ser de cabeza grande y ojos también grandes y almendrados, pero con cuerpo pequeño y delgado, con grandes manos de cuatro dedos largos, pero el de mayor extensión era el dedo índice. Sus piernas eran rectas o derechas y los pies largos, como “aletas de hombre rana”, de color gris oscuro, como pizarrón. Ese hombre chico hizo un movimiento raro muy rápido, que no me percaté en detalle, no lo alcancé a captar, no sé si se agacho o no, pero inmediatamente comenzó a bajar o descolgarse una especie de escalera desplegándose como de peldaño en peldaño, lento y gradualmente, que estimé de un material delgado y negro, con escalones trapezoidales, hasta que llegó a tierra.

El pequeño ser comenzó a bajar de frente, o sea, dándole la espalda a la nave, pisada por pisada, y ahí me di cuenta que tenía las piernas tiesas, no las flexionaban donde debían estar las rodillas. Al llegar éste al suelo, apareció otro ser pequeño en la puerta, el que comenzó a bajar de la misma forma. Así lo hicieron seis seres pequeños en total . La puerta permaneció abierta y la escalerilla pendiendo. La puerta tenía un ancho de unos 1,5 a 2 metros aproximadamente.

En tierra, los seis seres caminaban por el patio en todas direcciones, desordenadamente, erguidos. Comprobé que las rodillas no las doblaban, agachaban algo la cabeza, la que no giraban , los brazos los movían a los costados al unísono movimiento de su tronco que bamboleaba. Los brazos separados del cuerpo, algo levantado y arqueados, movían muy rápido sus manos, sus dedos, accionando las muñecas. Varias veces, dos de estos seres, se ponían frente a frente, moviendo rápidamente los dedos. Me dio la impresión que así se comunicaban entre ellos. No les vi orejas. El cráneo era muy abultado, en relación con el cuerpo, con algo como huesos sobresalientes en la parte superior y de las sienes. Tenía forma como de ampolleta (bombilla) Los ojos eran almendrados, grandes y negros. No los vi pestañar. En el lugar de la nariz les vi algo plano y sus bocas eran como un botón pequeño, con un orificio central . Su tórax tenía forma triangular, terminado en una cintura estrecha. Sus piernas eran cortas, rectas y delgadas, y los pies muy largos y negruzcos, al igual que las manos. Sus cuerpos parecían que estaban ceñidos con un traje ajustado completo, color gris opaco, sin costuras o algo parecido, color “pizarra”. No vi que llevaran algo como cinturón o algo más en sus espaldas, que sólo las aprecié “rellenitas”. Eran parejos o lisos en la zona de los glúteos, de donde inmediatamente salían las piernas.

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Debido a que los seis seres se movían en todas direcciones por el patio vecino, los dos perros que allí había solamente gemían y aullaban quedamente, evidentemente asustados. Estaban al lado de la casa, que era donde dormían, pero luego huyeron de allí.

Tras todo este tiempo, que estimo fue de unos 10 minutos, yo había superado el temor que habían provocado en mí, esas criaturas no hermosas, pero curiosas en sus movimientos y forma de ser y que los estimé inteligentes, con un oído espectacularmente desarrollado muy fino.

Fue así como me atreví a abrir un poquito la cortina de la ventana del comedor, pero al mismo instante todas las criaturas se ubicaron enfrente de la ventana donde yo estaba, pero al otro lado del cerco y las luces de su nave alumbraron más potentemente hacia el lugar donde yo me encontraba. Entonces, sentí miedo, y me agache mucho para no ser vista, pero la pieza estaba totalmente iluminada, pues yo me veía hasta las uñas. Casi no respiraba ni me movía, hasta que me di valor y me levante lentamente para mirar bien por la ventana nuevamente, y me encontré con que en el patio, al lado de debajo de la ventana donde estaba, pasaba una de las criaturas, como si quisiera rastrear mi presencia. En ese momento lo observé bien. No medía más de 80 cms, de estatura, era gracioso al caminar, pues daba la impresión que le pesaba la cabeza. Me parecieron criaturas amigables. Sentí como su presencia me hubiera cambiado el miedo por amistad y quede relajada totalmente, muy tranquila.

No vi como esa criatura pasó al patio vecino. Seguí observando cuando se fueron. Empezaron a subir por la escalera plegable, uno por uno, esta vez poniéndose con frente a la nave, como normalmente lo haría un hombre. Mientras uno subía los demás vigilaban reunidos abajo juntos. Así, hasta que todos llegaron a la nave. Antes de esto, vale decir, cuando ellos caminaban en tierra, yo miré la nave, específicamente la puerta corrediza que había quedado abierta, y sólo se veía totalmente blanco el interior, como una losa (azulejo) e iluminada.

Siguiendo con este relato, cuando todos, los seis seres estaban en la nave, nuevamente una silueta quedó en la puerta, para subir la escalera plegable. No pude ver como lo hizo para subirla, ya que desde abajo se iba doblando, poco a poco, como si dijéramos hasta que quedo en el borde interior de la nave. Luego, se cerró nuevamente la puerta, desde los costados hacia el centro. Las luces alumbraron tanto como si estuviera de día y la nave comenzó a elevarse lenta y verticalmente, con muy poco ruido, como dos metros. De repente, hizo un sonido como un cuetazo (petardo) corto, pero fuerte, y se desplazó en línea horizontal hacia el Norte, vale decir, como en dirección al Regimiento “Húsares” A medidas que se alejaba a una incalculable velocidad en aumento, se iban apagando las luces.

Todo queda totalmente a oscuras, ya que no era noche con Luna. En un silencio tan profundo, que yo avancé en regreso a la cama con una sensación rara, de alegría, de gozo por lo que había visto y vivido. Dormí profundamente hasta el otro día.

Como a las 09,00 horas AM desperté. Me levanté y mi curiosidad fue tan grande que lo primero que observé desde la ventana del comedor fue que, “las copas de los paltos estaban chamuscadas” las hojas color café (marrón) estaban arriscadas. Sólo ahí me di cuenta cabal de lo que había sucedido en la noche. Los paltos nunca más dieron frutos. Se empezaron a secar muy lentamente, hasta que los cortaron. Uno de los perros que gemía al poco tiempo murió, sin haber estado enfermo. Fue el que estuvo más cerca de ellos, porque estuvieron parados donde el perrito dormía. Yo sabía esto, por eso lo cuento.



Relate esto a mi esposo, pero él no le dio ninguna importancia. Quedo con la idea de que yo me lo había imaginado. Pero ya han transcurrido muchos años de esto –26- y aún lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer.

Podría agregar esto como una conclusión de esta experiencia vivida. En los momentos de haber tenido cerca de estos seres, me sentí tan contenta, como si cuerpo se hubiera alivianado, como más sensible a todo. Al pasar el tiempo he notado mi mente tan despejada, tan lúcida, reteniendo muchos detalles y también fechas memorables, más creativa, pero he notado también que he perdido mucho el captar fisonomías.

Este hecho nunca se lo había contado a nadie, porque soy reservada y no había tenido la oportunidad de conocer a un investigador del fenómeno Ovni, como el Señor Raúl Gajardo Leopold, quien espero sepa apreciar este fenómeno tan anormal y alejado a nuestra realidad.

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