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Carlos estaba cansado porque su jefe siempre le mandaba a que hiciera reportajes aburridos y sin ningún tipo de acción. Un día su jefe lo llamó y le dijo que tenía que hacer un reportaje en Guadalajara sobre una agencia de turismo rural. Entonces se dio cuenta de que era otro de los reportajes aburridos que siempre le mandaban, por ello se enfadó muchísimo. 

Esa tarde Carlos llegó a su casa, saludó a su mujer y a su hija y mientras almorzaban les comentó que tenía que ir a Guadalajara a hacer un reportaje y que volvería en un par de días. Esa misma tarde, Carlos hizo su maleta, agarro sus cosas y se despidió de su hija y de su mujer.... . . . . . . . En el camino hacia la ciudad todo parecía normal, Carlos iba a una velocidad media, muy tranquilo. Sin embargo, se le hizo de noche y el tiempo estaba empezando a ponerse muy feo; ya eran las 23:30 horas. Viendo que amenazaba lluvia fuerte, decidió correr un poco más, para así llegar antes al hotel. Sin embargo, su viejo coche tubo una avería en aquella zona aislada, en la cual lo único que se veía a unos cuantos kilómetros eran unas luces. 

Carlos se dirigió a esas luces, y después de andar una hora bajo la lluvia que ya empezaba a caer, consiguió llegar a la puerta de un edificio, que resultó ser un viejo manicomio que había en aquella zona. En la entrada le atendió un celador de avanzada edad que estaba de guardia aquella noche, al cual le contó todo lo ocurrido, y le pregunto si sería posible usar el teléfono. El celador le dijo que desgraciadamente hacia un rato que el teléfono, como era habitual cuando había mal tiempo, no funcionaba, y que por la tanto, hasta que por la mañana no estuviese arreglado el problema no estaría solucionado.

La única solución que le daba era que pasara allí la noche, ya por la mañana podría llamar a una grúa. Dado que no tenía otra opción, acepto. Ceno con el celador, el cual le comento que aquel era un hospital donde ingresaban a aquellos enfermos mentales que estaban solos en el mundo, o que habían sido desahuciados por sus familias, por lo que allí no era muy habitual recibir visitas.

También le pregunto si había más gente trabajando aquella noche,  y le comento que a parte de una par de personas más que había en otra zona del edificio, no había más trabajadores, pero que no tenía mucha relación con el resto de compañeros, ya que exceptuándolo a él, continuamente iban y venían nuevos trabajadores, ya que era un lugar en el que nadie quería estar. Después, el celador le acompaño a unas habitaciones que había vacías. Carlos se acostó y durmió hasta por la mañana.

Lo que ocurrió desde este momento, no se sabe con certeza, ni creo que se sepa totalmente nunca. La cuestión es que parece ser que aquel celador, un hombre como ya se ha comentado de avanzada edad, murió aquella noche de forma natural. La cuestión es que, por la mañana cuando Carlos salió de la habitación y pidió que le dejasen llamar a la grúa, vio que los enfermeros que había allí lo trataban de forma rara, casi ignorando sus peticiones, y le dijeron que volviese a su habitación y que no molestara. 

¿Qué era lo que estaba ocurriendo? Pues que el celador no había dejado constancia en ningún sitio que la persona que estaba allí en aquella habitación era alguien de paso que había tenido un problema con el coche. Carlos trato de explicar lo que había pasado, pero le siguieron la corriente como a otro loco más. Carlos, llegado cierto momento llego a ponerse violento incluso, lo que fue peor, ya que lo redujeron y le sedaron. . . . . . . . . .  

Fueron dos semanas terribles, hasta que por fin, su familia y desde el periódico en el que trabajaba consiguieron encontrarlo. No obstante, el golpe psicológico fue tan grande, que este hombre nunca pudo recuperarse, y lo último que se conoce es que hoy día se encuentra ingresado en una institución mental de la ciudad de México, y que todos los días repite a los médicos y enfermeros sin cesar, que él no debería estar allí, que él es un periodista camino a Guadalajara para hacer un reportaje.


Escrita por "anonimo".

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